domingo, 8 de abril de 2012

1937, LA OFENSIVA NACIONAL.

Coincidiendo con la batalla de Madrid, tienen lugar distintas operaciones como la toma de Málaga. En la primavera de 1937, los regimientos al mando de Mola (que moriría poco más tarde) ocupan Vizcaya, operación en la que se inserta el trágico bombardeo de la Legión Cóndor germana sobre Guernica. Ya en verano, los "nacionales" se apoderarán de Cantabria y Asturias, con lo que el frente del Norte desaparece. En un intento por evitar esto, los republicanos lanzaron ofensivas de distracción en las batallas de Brunete y Belchite, operaciones que no supusieron un avance importante.
1937 es un año muy difícil para la República, sobre todo por los enfrentamientos
intestinos. Los comunistas ganan peso gracias al apoyo de la URSS y tratan de
imponerse, incluso con métodos violentos, a los anarquistas. Estas luchas internas provocan la dimisión de Largo Caballero y su sustitución por el también socialista doctor Negrín, muy próximo a los comunistas. El panorama económico se ennegrece por momentos, desciende la productividad, suben los precios, la escasez provoca el racionamiento y no se consiguen nuevos aliados. Solamente la intelectualidad internacional apoya la causa republicana, celebrándose en Valencia un Congreso Internacional de Escritores, donde participan figuras como el premio Nóbel mexicano Octavio Paz.

En la zona fascista, por el Decreto de Unificación, Falange Española y los Requetés se fusionaban bajo la jefatura absoluta del Generalísimo, en Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Así se constituía el partido único, llamado más adelante Movimiento Nacional, que imitaba formaciones similares de los regímenes totalitarios europeos. Además su causa va ganando apoyos, pues la Iglesia la considera una Cruzada por la religión y contra el ateísmo y el gobierno británico admite a su embajador, el duque de Alba, presionado por Berlín y Roma.

1938, EL FRACASO DE LA RESISTENCIA GUBERNAMENTAL.

En 1938 las tropas de Franco realizan un espectacular avance, que comienza con la recuperación de Teruel y continúa adentrándose en Cataluña y Levante. El
desmoronamiento de las tropas fieles a la República permite, primero, la toma de Lérida y el 15 de abril la llegada a Vinaroz (Castellón) en el valle del Ebro, que dejaba dividida en dos a la España republicana. Tras esto ocupa Castellón, pero es frenado en la batalla de Valencia, que opone una resistencia similar a la que había ofrecido Madrid, coordinada también por el general Miaja. Rojo prepara una operación para socorrer a los valencianos, la batalla del Ebro, el llamado “Verdún español”, entre junio y noviembre. Será el episodio más sangriento de la Guerra Civil, lo que obliga a Franco a concentrar sus efectivos en esta zona.
Tras abandonar el gobierno un líder socialista carismático como era Indalecio Prieto, Negrín se ve obligado a incluir de nuevo en el gabinete a los anarcosindicalistas.
Además intenta negociar la ansiada paz con los célebres “Trece Puntos de Negrín”, algo rechazado por Franco. Ese espíritu también era compartido por el presidente Azaña, que pronuncia el discurso de “Paz, Piedad y Perdón”. Por si fuera poco, problemas como el racionamiento, la inflación y la escasez no hacían más que crecer. Además, la situación internacional evoluciona en contra de los intereses republicanos, pues las democracias cedían ante Hitler en los Acuerdos de Munich su ocupación de Checoslovaquia y Francia cerraba sus fronteras.
En el bando franquista, el caudillo refuerza su autoritarismo con leyes de la
administración y otras como el Fuero del Trabajo, donde imitando a Mussolini creaba un corporativismo materializado en el sindicato único vertical. A su vez, se instala la censura y se derogan leyes republicanas como las de Confesiones y Congregaciones Religiosas, Matrimonio Civil, Divorcio o el Estatuto Catalán. La concesión de nuevos privilegios a la Iglesia le vale el reconocimiento del Vaticano y aunque la situación económica es mala, los Acuerdos de Munich consolidan a los rebeldes.

1939, EL FIN DE LA GUERRA.

Tras el fracaso de la ofensiva de Rojo en el Ebro, la República llega a una situación comprometida, pues a las críticas a la política de resistencia y a los problemas económicos, se añade la carencia de armamento y la desfavorable situación internacional. El ataque de los "nacionales" sobre Cataluña se inicia a finales de 1938.
Tras caer Tarragona, el objetivo es Barcelona, conquistada sin apenas lucha en enero. El ejército republicano se retira, pasando la mayoría a suelo francés, al igual que interminables caravanas de población civil, que es ametrallada desde los aviones franquistas. A mediados de febrero, toda Cataluña estaba ocupada, poco después de que Menorca también se rindiera.
Negrín prosiguió su política de resistencia a ultranza con la esperanza de un pronto estallido del conflicto europeo, pero numerosas autoridades republicanas abandonan y se exilian. En la noche del 5 al 6 de marzo se produce en Madrid un golpe de Estado por parte de los partidarios de negociar una paz honrosa, comandado por el coronel Casado, al que respaldan Miaja, los socialistas de Besteiro y los anarcosindicalistas de Cipriano Mera. Mientras Negrín y sus ministros parten al exilio, toma el poder un Consejo
Nacional de Defensa que consolida su situación en Madrid gracias a las represalias contra los comunistas. Con un Estado republicano descompuesto, Franco espera su hundimiento sin iniciar nuevas hostilidades. Finalmente, el Consejo aceptará la rendición en marzo, a cambio de un trato justo y humano a los vencidos, algo nunca
cumplido por los rebeldes. Tras esto se rompen los últimos frentes de Andalucía, La Mancha y Levante. El 1 de abril, ocupada toda la zona centro, el Generalísimo firma en Burgos el último parte de guerra. "En el día de hoy desarmado y cautivo el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. Españoles, la guerra ha terminado".


CONCLUSIÓN.

Ahogada en sangre terminaba la experiencia de profunda renovación política, social, económica y cultural que supuso la II República. Tuvo la desdicha de que una serie de factores históricos generales coadyuvaran a su brevedad, especialmente la depresión económica de 1929, cuyos efectos se hicieron especialmente sensibles en España (en vísperas de la guerra llegaba a los 700.000 parados). Esto favoreció el crecimiento sindical, tanto de la UGT como de la CNT, que se acercaron al millón de afiliados reclamando transformaciones socioeconómicas y en el caso de los anarquistas, hostigando al régimen republicano continuamente. El trágico desenlace de la II República se explica también por la coyuntura política internacional, marcada por la agresividad de unas potencias totalitarias que apoyando a los derechistas españoles,
protagonizaron en España uno de los virajes hacia la II Guerra Mundial de los que hablara Jesús Pabón. Y eso a pesar de la propuesta anglo-francesa del Comité de No Intervención, según la cual las potencias europeas se mantenían al margen del avispero español.
La sociedad se polarizaba en torno a las doctrinas fascistas y católicas unos, y las obreras, con sus vertientes anarquista y marxista otros, lo que conducía a una tercera España en opinión de Enrique Moradiellos, la que se encontraba entre ambas tendencias, a aquel cruel clímax. Y es que la intolerancia desembocaría en una guerra cruel, cuyas heridas aún no han sido totalmente curadas. La guerra comportaría miseria y muerte para miles de personas de uno y otro bando ocasionada tanto por bajas directas en el combate como por las consecuencias de paralización del funcionamiento normal de un pais. Entre estos factores hemos de hablar de la falta de productos de primera necesidad como el pan , el trigo, la carne y el carbón, que conllevaría el racionamiento y desembocaría en factores de riesgo para la salud como la desnutrición. Tenemos que hablar también de la reducción de la producción industrial, tanto por la movilización militarista masculina como por la primacía de desarrollo de la producción de armamento y avituallamiento militar. No podemos olvidarnos de las perdidas materiales e infraestruccturaes que ocasionaron las escuadras aéreas, testimonio gráfico recogido en el Guernica de Picasso.
Para finalizar hablaremos de las tristes cifras de fallecidos. Para hacernos una idea,
el franquista Salas Larrazábal calcula unos 50.000 ejecutados en cada bando, mientras que Gabriel Jackson estima unas 150.000 personas ejecutadas sólo por los rebeldes, incluyendo la posterior represión. Hugh Thomas y el mismo Jackson, para el conjunto oscilan entre los 550.000 y 600.000 muertos. En total, Pérez Ledesma, considera que el país perdió un millón de personas, entre muertos, cautivos y quienes debieron probar el amargo pan del exilio. Además España quedó arruinada, cayó el nivel de vida, se suprimieron las más importantes reformas sociales republicanas y se implantó la
dictadura. En el plano internacional, la guerra civil supuso un ensayo de lo que sería la
II Guerra Mundial y una demostración de fuerza por parte de los fascistas. A los
vencidos se les persiguió con leyes como la de Responsabilidades Políticas,
encarcelamientos masivos, ejecuciones, campos de trabajos forzados, se rapiñaron sus bienes, se les expulsó de cualquier trabajo público… Como plasmó Fernando Fernán Gómez en “Las bicicletas son para el verano”, tras la guerra no vino la paz, sino la victoria. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario